Isabel I, vestida para REINAR

In Fine Style: El arte de Tudor y Stuart Moda

Hasta el pasado 6 de octubre en la Galería de la Reina, dentro del Palacio de Buckingham se albergó la exposición: In Fine Style.




Una gran ayuda que siempre hemos tenido para el estudio de la indumentaria de cada época, así como los cambios de la sociedad y su moda, han sido los retratos, especialmente, los de las familias más famosas y adineradas, es decir, las reales. 

In Fine Style, se dividió en ocho partes principales: vestido y sus significados; vestir mujeres, vestir hombres, vestir a niños, pintura de vestir, la moda en las fronteras; indumentaria de batalla y caza, jugando un papel (vestido de entretenimiento).



 La exposición incluía más de obras 60 pinturas de los siglos XVI y XVII, así como dibujos, prendas de vestir, joyas, accesorios, armaduras. Así como las descripciones de los libros de patrones, libros de disfraces, placas de manera que ayudaban a difundir los diseños o la muestra del proceso de producción de seda en la Italia del siglo XVI. Una muestra del arte de los Tudor y los Stuart. Realeza que habitaba en su vestimenta como un medio de transmisión de mensajes clave para el espectador. 

Mark Twain, repetía aquello de: "El hábito hace al hombre. La gente desnuda tiene poca o ninguna influencia en la sociedad", y lo cierto es la forma de vestir, identifica a las personas socialmente importantes que además necesitaban demostrar su despliegue de poder a través de sus ropas.


Para el público del siglo XVI o XVII, la ropa podría revelar información sobre la posición social, económica, religión, nacionalidad o estado civil. La importancia de la ropa en el retrato puede revelar mucho más - puede ayudar a identificar una niñera, artista o de procedencia- y, en general puede proporcionar mucha información, por ejemplo, nadie por debajo de un barón podía usar calzas de terciopelo o satén, tampoco pieles ni botones si no pertenecías a la corte real.

 La indumentaria puede mover el juicio de la raza humana y su actitud puede variar ante un juez, un general, almirante, obispo, embajador, sultán, rey o emperador. 
No gran título es eficiente sin ropa para apoyarlo".



Pero sin duda, nadie como la hija de Ana Bolena y Enrique VIII, Elisabeth o Isabel I, la princesa bastarda, refleja como lo mencionado dentro de esta muestra como nadie. 

En uno de sus retratos más celebres, luce un vestido púrpura con hilos de oro, costosa tela de la que solo podía hacer uso el Rey y sus más inmediatos, con ello, recordaba a su hermano Eduardo VI que la sangre que corría por las venas de ambos era la misma. A pesar de ello representaba decoro y modestia, pero al ascender al trono se subió a las tendencias de la época: su vestimenta era representación de su poder, aunque en privado decían que vestía sencilla y a veces, no se cambia de ropa en varios días.





Su opulencia queda refleja en los kilos de perlas de portaba siempre, símbolo de su virginidad, además de piedras preciosas, exquisitos tejidos y gigantescas gorgueras hechas de reticella (encaje italiano).
 
Pero a la prenda que Isabel I, fue más fiel y más criticada por ello fue el verdugado (armazón de alambre y madera que daban al faldón una forma cónica), ya que muchas “listillas” de la época lo usaba para ocultar embarazos no deseados.



A pesar de otras extravagancias como teñir la cola de su caballo del color cobrizo de su pelo, Isabel usaba gruesas capas de maquillaje para ocultar marcas de sarampión y al comenzar a perder pelo atesoró una valiosa colección de más de 60 pelucas de pelo natural. Su inventario oficial en el momento de su muerte listaba hasta 1.900 piezas algunas con etiqueta de tesoro de estado.


El lujo y la opulencia capturado en estas obras de arte ofrecen una confirmación viva de la relación entre el vestido, estatus y poder. 


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