Señor que marca las horas


Uno de los defectos o virtudes en el ser humano más palpable y que suele decir mucho a cerca de cómo es esa persona, suele ser la puntualidad o la ausencia de esta. Además de describirnos, el tiempo, nos condiciona, los limita, nos impone y nos sitúa. Dependeremos de el, al menos casi siempre… y esto, no sé por qué me hace pensar en el conejo de “Alicia en el País de las Maravillas”.


   Desde la invención de los relojes a finales del siglo XIII, la posesión de uno de estos ingenios fue durante siglos signo de distinción, esto, provocó una evolución de esta pequeña maquinaria a un aspecto más suntuoso, dotándolo de elementos de embellecimiento y ostentación, de riqueza y poder.



 
Los relojes actuales, los de pulsera, se desarrollaron como nueva extensión de los relojes de bolsillo a comienzos del siglo pasado. Y en muchos modelos, eran relojes de mujer, que evolucionaron a objetos populares y funcionales durante la Primera Guerra Mundial.




Existen muchas historias sobre el primer reloj de pulsera. El relojero Abraham-Louis Breguet habla en sus relatos de un primer reloj de pulsera vendido para la Reina de Nápoles en 1810, que era básicamente un reloj de bolsillo con cadena metálica. Aunque los relojes de bolsillo también fueron prendidos de anillos, bastones u otros objetos/complementos.



La reina Isabel I de Inglaterra, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, quinta y última monarca de la Dinastía Tudor. Tenía un interés especial por los relojes, recibía como regalo numerosos de ellos por parte de admiradores: en 1580 el conde de Leicester le ofreció un brazalete de oro cuajado de brillantes y rubís que tenia en medio un reloj y un collier de oro y diamantes del que siempre colgaba el reloj. En 1571, el capitán de la guardia real le regaló una joya con un reloj engarzado. En 1578, el conde de Russel le regaló un anillo-reloj adornado con brillantes. En fin, no sé como lo hacía, pero me pido sus métodos para recibir “ofrendas” similares.



En 1621, María de Médicis, esposa del rey francés Enrique IV, recibió en Blois a un embajador veneciano, este, le entregaría un presente extraordinario; dos pequeños relojes de oro a modo de joyas.



María Annunziata Carolina Bonaparte, más conocida como Carolina Bonaparte, hermana pequeñas de Napoleón Bonaparte y Reina de Nápoles, conocida por su ambición desmedida, fue una ferviente admiradora de relojero Breguet, encargándole el primer reloj de pulsera como tal. Hasta la fecha, esta pieza, con el número 2639 y un enigmático destino, sigue desaparecida.
 


Puede que gracias al amor por lujo y el afán poseer lo más exclusivo de estas señoras, sea lo que nos haya llevado a nuestro reloj actual y francamente, aun no sé si debería agradecerlo.


"¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Qué tarde voy a llegar!"


Un par de viejas razones...



Hace ya casi un par de meses, cuatro sujetadores conmocionaron a medio mundo y es que un descubrimiento al más puro estilo Indiana Jones pero en versión erótica de prendas íntimas fechadas en época medieval, han sido halladas durante una excavación en el castillo austriaco de Lengberg. Un hallazgo que sin duda contradice la idea asumida hasta ahora de que el sujetador no existió antes del siglo XIX y que nuestras antecesoras medievales no iban estilo hippie, sin sujeción de ningún tipo, ¡aaaay! Pobres de aquellas a las que la gravedad les podía y no tenían manera de recolar ese par de gemelas que toda mujer lleva de fábrica.

Pues bien, las prendas medievales encontradas se parecen bastante a los sujetadores actuales; tienen dos copas (que no tres, la evolución femenina continua siendo la misma) y elementos decorativos; para que luego digan en aquellos tiempos todo era despiporre, pues no, también había interés por el detalle.

Estas prendas íntimas aparecieron junto a otros 2.700 fragmentos textiles durante las investigaciones arqueológicas que un equipo de la Universidad de Innsbruck. La prueba del carbono 14 a la que han sido sometidas las sitúan entre los años 1.440 y 1.485. Intuyo que se han conservado en este buen estado, porque se dieron las condiciones climáticas o se creó un crimoclimax adecuado para su conservación, de otra manera obviamente habría sido imposible.

Sea como fuere, estas "bolsas para los pechos" o "camisas con bolsas" como las denominan los escritos medievales han llegado a nosotros, desintegrando las teorías que atribuían los orígenes de esta prenda a la corsetera francesa Herminie Cadolle a finales del S.XIX.

 
Herminie Cadolle (1845 - 1926), inauguró en 1887 su primera tienda/taller de ropa interior hecha a medida, donde se inventó una prenda de dos piezas llamada le bien-être (el bienestar). La parte inferior era un corsé para la cintura y la parte superior (la de los senos) iba sujeta por medio de cintas al hombro. Tal prenda revolucionaria se exhibió en la Exposición Universal de 1900 y para 1905 se vendía por separado como un soutien-gorge, nombre con el que los sujetadores son todavía conocidos en Francia. La creación de Herminie se convirtió en El ajustador de reinas, princesas, bailarinas o actrices, incluso Mata Hari fue una de sus primeras clientas.


 




 














Pero como en todo buen negocio, la polémica siempre está servida, se estableció una disputa por la patente con Sigmund Lindauer, (procedente de una familia alemana de corseteros), que también había patentado una versión elástica de ajustador en 1913. Este alemán, inventor de Hautana, primer sujetador fabricado en serie por su compañía: "J. & S. Einstein". La cosa nunca quedó clara tras la expropiación de la empresa por los nazis debido a su origen judío, acabaron huyendo del país.

La historia nunca se cierra, el origen de ciertos objetos nunca dejará de sorprendernos, ni lo sabremos con exactitud. Quizás ese sea realmente su encanto.