Corsetería 2.0





  A duras penas comienza a acechar el verano, con ello la temida operación Ni-Ni. Gracias a Dios que la corsetería está más de moda que nunca, no solo entre mundillo “famosil”, también entre el populacho, aunque a este paso más que una faja voy a necesitar un neopreno para llevar debajo del vestido de la boda de prima, aunque todavía tengo unos días de margen y como oooootra vez me he mudado lejos de mi madre que es la me “ceba” (madre solo hay una y a ti te encontré en la calle), espero no saltarle el ojo a la madrina con uno de mis botones.
Después haber comprado el repertorio de editoriales de moda veraniegas para estar al día y ver a Bar Rafaeli prácticamente como su madre la trajo al mundo, sin una pizca de celulitis o chicha que sobre de alguna parte, a una le dan ganas de enfundarse un neopreno y no salir nunca.





Vale, reconozco que la idea del neopreno no es buena, más que nada por la movilidad, así que no me queda otra que asaltar corseterías en busca de una prenda que comprima todo lo que sobra a modo de embutido ibérico. En mi particular tour he encontrado corsés, pero también quedan descartados, ya vimos que era un arma opresiva/agresiva (lo reconozco, me dan miedo). 
 
De tienda en tienda he quedado realmente sorprendida con la infinidad de prendas moldeadoras o shaping existentes en el mercado y todo lo que hacen por ti; que si adsorben la humedad, incorporan anticelulítos para combatir la piel de naranja y encima te dejan la silueta de un reloj de arena. Conclusión: Pon una braga-faja en tu vida y olvídate tú de la dieta Dukan y el pilates.

                                                                  
Se adjudica la nueva fiebre corsetera al revival de los años 50 y por lo tanto en gran medida a la estilista de la serie Mad Men, Janie Bryant. La reina del modelaje sin bisturí se encarga de esculpir la silueta de las protas de la serie con las técnicas de toda la vida, de ello habla en su libro y relata como a Christina Hendricks (Joan Holloway en la serie) le endosa siempre sujetador tipo bustier hasta la cintura, faja/culotte con ballenas y ligas (ella super encantada) y que la minúscula cintura de Betty Draper se consigue a base de sujetador sin tirantes y corsé con ballenas.

 
Pero una vez más y como ya sabemos, todo está inventado, esta tendencia no es nada nuevo, las modas van y vienen, míticos son ya los corsés de Jean Paul Gaultier para la reina Madonna, las prendas de Galliano o Dolce & Gabbana. Eso sí, nunca vi tanta braga-faja en primera línea de las tiendas más comerciales, yo ya tengo la mía, no sé si hará efecto o no, pero por mí que no quede y mañana que salgan las carnes por Antequera. 



No todo se hundió con el Titanic



 Durante estos días en los que se cumplen 100 años que zarpó el transatlántico más famoso de la historia,  los medios nos bombardean con todo lo relacionado con el temita: la versión en 3D, la sonada exposición o la subasta de objetos recuperados del “Titánico”. De modo que con tanto movimiento, me veo en derecho de recuperar una historia (relacionada con la moda), que no se hundió con este gigante.





 
 Lo cierto, es que entre los más de mil pasajeros a bordo del Titanic, se encontraba una afamada diseñadora de modas de la época; Lady Duff-Gordon ( 1863-1935). Más conocida como “Lucille” una destacada diseñadora de moda de finales del siglo XIX y comienzos del XX.


 
Fue una precursora de las que a mí me gustan, innovando en sectores adormecidos como la organización de desfiles de moda, ( de hecho, formó a las primeras modelos profesionales), puso en marcha la liberación de las faldas, bajó escotes, implantó corsés menos restrictivos promoviendo así, un atractivo minimalista. Fundó sucursales de su casa en Londres, París, Nueva York y Chicago, vistiendo a una clientela que marcaba tendencia, partiendo desde la realeza hasta personalidades del cine. 








Lucille, destacó por su ropa interior, vestidos de té y de noche. Lujosas prendas  elaboradas en capas de telas de tonos pastel adornados por ramos de flores de seda bordados a mano. Creaciones elaboradas a partir de yardas de tela ricamente ornamentadas y de mangas enormes. 


 
Sus desfiles se realizaban en cines, sólo por invitación, la hora del té, jugando con los completos existentes en el escenario; cortinas, iluminación ambiental, música de cuerda, regalos de souvenirs y  programas. Otra de las novedades en sus colecciones eran los llamados "vestidos emocionales", a los que  les dió nombres descriptivos influidos por la literatura, la historia y la cultura popular, reflejando el interés de Lucille por la psicología y ahondando en la personalidad de sus clientes.


 
 
Hija de modista, continuó con el oficio. En 1894  inauguró la Maison Lucille, en el corazón del elegante West End de Londres. Su hermana, el novelista de relatos eróticos Elinor Glyn, fue su mejor relaciones públicas.


Lady Lucy, además de diseñadora, escribía semanalmente de moda para un periódico, columnas mensuales Harper´s Bazaar y Good Housekeeping. A esto podemos sumar un genial ojo comercial; prestó su nombre para publicitar zapatos, sujetadores, perfumes y otros artículos de lujo. 


 
En 1912, viajó a Estados Unidos por negocios en relación con su sucursal de Nueva York. La diseñadora y su marido, Sir Cosmo Duff Gordon, reservaron un pasaje de primera clase en el trasatlántico Titanic. Al comenzar a hundirse, los Gordons Duff  se escaparon en un bote salvavidas, las malas lenguas  apuntaron que el marido de Luci, sobornó a los tripulantes de su bote para no socorrer a los nadadores de su alrededor y con este gesto inhumano salvaron sus vidas. 



 Lady Lucy, murió de cáncer de mama a los 71 años.